¿España en la Unión Europea o la Unión Europea en España?

 La entrada de España en la Unión Europea se hizo efectiva el 1 de enero de 1986, pero la firma del Tratado de Adhesión en Madrid se produjo en junio de 1985. Ha sido un largo proceso el que nos ha llevado a formar parte de la UE: hasta la llegada de la democracia a España en 1975 no empezaron los trámites para formar parte de la UE, en 1979 empezaron las negociaciones y siete años después consiguieron su objetivo, con el que pretendían dar otro paso más hacia la mayor democratización del país.

Para sorpresa de nadie, España ha sido unos de los grandes beneficiarios de la UE, sobre todo durante los primeros años tras su unión. Nuestro país tenía una renta per cápita inferior al 75% de la media comunitaria, por lo que salió muy bien parado del reparto de fondos comunitarios. Fue muy destacable el gran impulso que estaba recibiendo la economía española.



Un mercado único y la adopción del euro.

La UE ha establecido un mercado único que elimina las barreras comerciales entre los países miembros, facilitando la libre circulación de bienes y servicios. Esto además de beneficiar a las empresas españolas al proporcionarles acceso a un amplio mercado, también aumenta sus oportunidades de exportación y fomenta también la inversión extranjera. Además, el euro como moneda única ha reducido las fluctuaciones en las tasas de cambio, lo que aporta estabilidad en las transacciones comerciales y financieras. Esto se traduce en creación de empleo y desarrollo económico.
Aunque todo no ha sido un camino feliz, la apertura al gran mercado único también ha supuesto un aumento de la competencia, lo cuál puede suponer un gran desafío para las pequeñas empresas españolas que no son lo suficientemente competitivas o para los sectores tradicionales de la economía española, que han tenido que asumir la tarea, en muchos casos difícil, de ajustarse a las normas y las regulaciones comunes impuestas por la UE -cumplir con los requisitos puede implicar costes adicionales y cambios en las prácticas comerciales-. Esta doble cara de la moneda también tuvo su repercusión en esa supuesta creación de empleo mencionada anteriormente; al igual que se puede generar empleo en algunos sectores, también puede tener efectos negativos en aquellos que no pueden competir eficazmente. A partir de ahí la misión es intentar gestionar estos impactos negativos y seguir las estrategias adecuadas para maximizar los beneficios de la integración europea - intentar que la diferencia entre empleo y desempleo generado sea positiva-.


Fondos estructurales y de cohesión.

Estos fondos diseñados para reducir las disparidades económicas y sociales entre las regiones de la Unión Europea han tenido un impacto significativo en España. Estos fondos han financiado numerosos proyectos de infraestructuras en España, como carreteras, ferrocarriles y aeropuertos, mejorando así la conectividad y la accesibilidad y estimulando el desarrollo económico en diversas regiones. También han respaldado proyectos relacionados con el I+D+i, fortaleciendo la pequeña base científica que había en el país -y que sigue habiendo en comparación con otros países de la UE-. Además, han mejorado la calidad de vida de muchas personas con sus inversiones en instalaciones educativas y de salud y en iniciativas para el desarrollo sostenible.



En la actualidad, España está entre los 5 primeros países que reciben más fondos provenientes de la Unión Europea. Se estima que en el periodo entre 2021-2027 percibirá 177.000 millones de euros, lo que representa más del 13% de nuestro PIB. Sin embargo, según las últimas Estadísticas de Ejecución del Presupuesto publicadas, España tiene una muy baja ejecución de los fondos, solo habiendo llegado estos al 27% de las empresas.






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